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DON DIEGO DE PEÑALOSA

de arco y flecha, que no tienen sino ranchos movedizos, y están vecinos de aquel puesto en que él reside. Estos se nombran los Apaches y andan desnudos, y algunos de ellos se abrigan con pellejos de vacas corcobadas, que llaman cíbola. Atravesó por los llanos de este mismo nombre como 200 leguas, poco más ó menos, por la ribera de algunos arroyos y ríos apacibles y viciosos, con buenos frutales silvestres y muchos pastos, sin otro ganado que una infinidad de aquellas vacas, y sin ver otra cosa si no fueron algunas aves y animales, especialmente unos venados muy desproporcionados de grandes, y habiendo encontrado una ranchería movediza de indios, semejantes á los Apaches que he dicho, en que pareció haber cinco ó seis mil personas, que se entendió andaban mudando rancho en seguimiento de las vacas que comen sin pan, sino con raices y frutas, y que del mesmo género andaban por aquel llano cinco ó seis rancherías semejantes, descubrió poco adelante mayor número de gente poblada de asiento en un sitio grande de casas pajizas que arman sobre varas gruesas, y esto continuaba por algunas leguas, de que no se vio el remate, por haber pedido y obligado á D. Juan la gente que llevaba, á dar la vuelta, por las causas que se entenderán de su relación, y principalmente, según escribe, porque de ochenta soldados que llevaba, la mitad no sólo no era gente de servicio, pero de embarazo. No trajeron otras noticias sino que en lo visto, hay algunos millares de indios, y la tierra les parece de buen temple en algunas señales que ponderaron para esto, y que alcanzaban allí las vacas de Cíbola, y usan cueros de ellas de que algunos se visten á su modo, aunque generalmente andan desnudos; y trajeron en prisión un indio de los que andaban antes de estos y en su vecindad, siguiendo las vacas en ranchos movedizos, el cual no era de aquella nación sino cautivo suyo, que estuvo al principio, según dicen con mucho coraje, como bárbaro, y después aunque sin haber aprendido hasta hoy hablar ni entender en lengua ninguna de las que pudieran servir para comunicarle, se ha hecho tan ladino por señas que espanta, y por ellas, después que D. Juan de Oñate volvió al puesto donde reside, y antes de partir de aquí Vicente de Zaldivar, que le trajo y lleva consigo, comenzó á dar noticia de que en otras poblaciones hay cierta laguna, de cuyas arenas se saca oro, y que él no lo ha visto allí sino en su tierra, adonde se traían algunos vasos dello y muchos tejos de diferentes tamaños. Esto del oro no tiene más fundamento que el dicho, y lo demás parece concuerda con las noticias que se tuvieron de otros indios, lo cual se verá largamente en una relación que presentó la parte de D. Juan, y por la información de parte y