país toma origen el gran río de Espíritu Santo, que D. Hernando de Soto descubrió en la Florida.»
Aprovecharon una vía tan cómoda los expedicionarios sucesivos, explicándola la relación del capitán Juan Pardo en 1569, con la seguridad de que por el río se puede subir desde la mar á mucha distancia. El misionero Sr. Alonso de Benavides, recomendó la conveniencia de abrir esta comunicación al comercio, encareciendo las ventajas que reportaría, en Relación y Memorial que se publicó en España en 1630, y que extractó en latín Juan Laet en su obra de Novus Orbis, por donde vino á conocerla toda Europa. A la materialidad de bajar ó subir el río en canoas de indios, no dieron nunca importancia los españoles, antes les parecía cosa llana comparada con las marchas fatigosas que de ordinario hacían. Los franceses, más dados á pregonar sus hechos, la atribuyeron muy grande á los viajes de sus compatriotas Joliet y Marquette en 1672, y La Salle en 1682, adjudicándoles sin contradicción la prioridad de un suceso tan añejo y el derecho de aplicar los nombres de San Luis, de Seignelay y de Golbert, á las corrientes de Espíritu Santo y sus tributarios, que Peñalosa se envanece de haber considerado diez años antes, como el Mischipi de los quiviras.
Por término de antecedentes es bueno saber la opinión que acerca de los reinos fabulosos tenía el Virey de Nueva España, á cuyo oido sin cesar llegaban los maravillosos cuentos de sus gobernados, y mejor que yo pudiera explicarla lo hace el escrito que al comenzar el siglo XVII enviaba á la corte D. Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterey, bastante para acreditar su ilustración y grandes dotes de discernimiento, si no lo hiciera la memoria de su benéfico gobierno. Dice así el documento [1] :
»Luego que llegué [2] , y en los primeros años que aquí estuve, fuí avisando del asiento que dejó tomado el Virey D. Luis de Velasco para