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MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

Con esto, habiendo enviado emisarios de paz á los pueblos, cruzó la expedición el río, llegando sin obstáculo á una gran población en que abundaban los bastimentos. La gente vestía mantas de algodón bien obradas Con dibujos de colores; sus costumbres eran libres; las mozas no guardaban castidad basta que se casaban; los hombres se entregaban á vicios feos. En los adoratorios tenían pinturas de sus dioses, feroces y terribles pero bien hechas, distinguiéndose por los atributos el dios de las aguas y el de los montes.

Plantada la Cruz en aquel pueblo, llegaron á otro llamado Puarai, donde hallaron un indio que había visto otros españoles y sabía decir Jueves, Viernes, Sábado y Domingo, informando que á dos jornadas de allí estaban otros dos llamados Tomás y Cristóbal, que sabían nuestra lengua. Estando en este pueblo de Puarai, en una habitación muy limpia y recientemente blanqueada, observaron que secándose la capa blanca, aparecía debajo una pintura representando con mucha propiedad el martirio de los misioneros que entraron con Chamuscado, Fr. Agustín Ruiz, Fr. Juan de Santa María y Fr. Francisco López, que aparecían muertos á palos y pedradas. Disimularon los expedicionarios no dándose por entendidos, y celebraron allí la fiesta de San Juan con grandes regocijos.

Continuando la marcha hallaron á los indios Tomás y Cristóbal, mejicanos cristianos que habían entrado con la expedición de Castaño y quedádose allí, siendo su encuentro de gran importancia porque habían aprendido la lengua del país y sirvieron de intérpretes. Guiados por ellos se visitaron otros pueblos muy buenos con plazas cuadradas, casas de seis y siete altos con ventanaje y corredores, hermosas sementeras de maíz, frijoles, calabazas y viñedo, la gente apacible y llana, bien proporcionada, suelta, de rostro agradable; los hombres hilaban y tejían mantas de algodón de diversos colores, muy vistosas; pintaban en las paredes, eran diestros en la caza y la pesca; no conocían bebidas fermentadas.

La expedición hizo asiento en uno de los pueblos mejores, á que el General dio nombre de San Juan de los Caballeros; halló buen hospedaje, se fortificó, almacenando los efectos y de allí salieron los Capitanes por secciones á reconocer el territorio y convocar los jefes y caudillos. Cuando éstos se reunieron, les arengó el General manifestando que el objeto de su venida, enviado por el poderoso rey de Castilla, era á hacerles conocer al verdadero Dios y á enseñarles á vivir en paz y ventura. El Comisario les hizo explicación elemental de la doctrina cristiana; se plantó la Cruz, adorándola, se bautizaron los niños, y los caciques hicieron acto