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DON DIEGO DE PEÑALOSA

»Estos son, Señor, los amigos ingleses que he tenido (y otros caballeros que no he ocupado, porque me parecían Condes de Molina), y Don Enrique es quien de oficio me sacó del embargo del Conde, no el Rey ni el Duque, como dijeron los propios que se asombran de los mesmos espantajos que fabrican. Valerme del favor de V. E., era no sólo difícil, pero imposible, pues por las impresiones de los informes me tenía por enemigo, y más cuando á instancia de V.E. ordenó el Rey al Conde de Arlington (su secretario de Estado), me dijese no entrase en la Corte. ¡Oh misterios de Dios que no alcanzamos los humanos, pues cuando parece que el remedio está más lejos le tenemos más cerca, como se evidencia con el alivio que tuve en la más desmayada congoja de mis infortunios. Eran dos las capitales dificultades que se oponían á conseguir mi loable empresa: la primera, la salida de la casa debiendo al dueño de ella 30 libras esterlinas de comida y aposento, siendo esta cantidad todo el caudal de una pobre mujer que vive de lo que la continua tarea de la labor le rinde; la segunda, faltarme dineros para las costas del viático. Impiadosa ignorancia sería, creer que nos da Dios en mayor número males que bienes, por sólo vernos más veces afligidos que prósperos. Ocurrióme para la primera, decir á la casera que quería ir á divertirme al campo por algunos días, y que para el seguro de mi deuda, haría una obligación y daría en rehenes unos papeles que por ningún precio dejaría en empeño [1] . Contentóse, al parecer, y para la segunda (á costa de la vergüenza, que pedir quien ha tenido y está acostumbrado á dar es una hazaña vergonzosa), pedí al Embajador de Portugal, D. Francisco de Meló, en seis renglones de un billete, media docena de guineas, y usando de la galantería de su nobleza, me las envió con Diego de Brito, su caballerizo, acción que estimé mucho, porque le he tratado poco. Aquí conocí que hace nada la constancia en acompañar al hombre entre la prosperidad, si en la adversidad le deja solo, pues sin lengua, criado, ni más compañía que yo ruesmo, resolví y ejecuté mi partenza; salí de Inglaterra; no sé si lo creerán los que lo afirmaban imposible, porque hay entre ellos algunos de tan poca fé, que aún dudan que hay Jesucristo, si bien la conveniencia les compela á afectar la hipocresía.

»Contra el imperio de la evidencia no supo inventar la malicia rebeliones, y la mejor ejecutoria á la nobleza de un suceso, es ver convertida

  1. Al margen dice: «Los más son visitas de las provincias del Nuevo Méjico y padrones de los naturales católicos y muchas cartas de correspondencia de caballeros amigos.» La nota parece ser del Marqués de Fresno.