Página:Doble error - novela (1919).pdf/84

Esta página no ha sido corregida
80
 

se de él... y estaba tan cerca de ella, que el revés de su traje estrujaba las mangas de su vestido.

Darcy, continuó pintando los placeres de la vida de París, con toda la elocuencia que le daba una larga privación. Julia entretanto sentía correr las lágrimas a lo largo de sus mejillas. Temblaba a la idea de que Darcy lo advirtiese y la fuerza que se hacía acrecentaba la violencia de su emoción.

Se ahogaba; no se atrevía a hacer un movimiento.

Al fin, se le escapó un sollozo, y todo fué perdido.

Cayó con la cabeza entre las manos, medio sofocada por las lágrimas y la vergüenza.

Darcy, que estaba bien lejos de esperar tal cosa, se quedó muy asombrado. Por un momento la sorpresa selló su boca; pero como los sollozos redoblaban, creyóse obligado a hablar y a preguntar la causa de aquel llanto tan repentino.

—¿Qué tiene usted, señora? Por Dios, señora, respóndame usted: qué le ocurre?

Y como, la pobre Julia, a todas estas preguntas apretaba con más fuerza el pañuelo sobre sus ojos, cogióle la mano y, apartando suavemente el pañuelo:

—Señora, por favor—dijo con un tono de voz alterado que penetró a Julia hasta el fondo del corazón. Por favor, ¿qué tiene usted? Le habré ofendido involuntariamente? Me desespera usted con su silencio.

—¡Ah!—exclamó Julia no pudiendo contenerse más. ¡Soy muy desgraciada¹ Y sollozó con más fuerza.