Página:Doble error - novela (1919).pdf/76

Esta página no ha sido corregida
72
 

que por este medio se vería dispensada de hablar.

El procedimiento resulta casi siempre con los viajeros, sobre todo con los que han visitado un país lejano.

—¡Qué hermoso viaje ha hecho usted!—dijo, y cuánto siento no haber podido hacer nunca uno parecido.

Pero Darcy no se hallaba en vena narrativa.

—Quién es ese joven de bigotes—preguntó bruscamente que hace poco hablaba con usted?

Esta vez Julia se ruborizó todavía más.

—Es un amigo de mi marido—respondió—, un oficial de su regimiento... Dicen—prosiguió sin querer abandonar su tema oriental—que quien ha visto ese hermoso cielo azul de Oriente, no puede ya vivir en otra parte.

—Me ha desagradado horriblemente, no sé por qué... Hablo del amigo de su marido, no del cielo azul... En cuanto a ese cielo azul, señora, ¡Dios le preserve a usted de él! Se acaba por tomarle tal asco a fuerza de verlo siempre lo mismo, que se admiraría como el más bello de los espectáculos una bruma de París. Nada irrita más los nervios, créame usted, que ese cielo azul, que ayer estaba azul y que será azul mañana ¡Si usted supiera con qué impaciencia, con qué desengaño, siempre renovado, se espera ansiosamente una nube!

—¡Y, sin embargo, usted ha permanecido mucho tiempo bajo ese cielo azul!

—Pero, señora, me era bastante difícil evitarlo.

Si hubiese podido seguir nada más que mi incli-