Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/54

Esta página ha sido corregida
— 46 —

Sunchos, habían llegado en manifestación de despedida los notables del pueblo: don Higinio Rivas, alegre y dicharachero, el intendente municipal, don Sócrates Casajuana, muy grave y como preocupado de mi porvenir, el presidente de la Municipalidad, don Temístocles Guerra, protector conmigo, servil con tatita, el comisario de policía, don Sandalio Suárez, que, tirándome suavemente de la oreja, tuvo la amabilidad de explicarme: «En la ciudad no hay que ser tan cachafaz como aquí. Allí no hay tatita que valga, y á los traviesos los atan muy corto.» Entre otros muchos, no olvidaré á don Lucas que creyó de su deber alabar mis altas dotes intelectuales y de carácter, y vaticinarme una serie indefinida de triunfos:

—¡Este joven irá lejos! ¡Este joven irá muy lejos! ¡Será una gloria para su familia, para sus maestros—entre los cuales tengo el honor de contarme, aunque indigno,—para sus amigos y para su pueblo!... Estudie usted, Mauricio, que ningún puesto, por elevado que sea, resultará inaccesible para usted...

En seguida, como si sus vaticinios fueran de inminente realización, agregó:

—Pero, cuando llegue la hora de la victoria, no olvide usted al humilde pueblo que ha sido su cuna, haga usted todo cuanto pueda por Los Sunchos.

—¡Sí! ¡Que nos traiga el ferrocarril, y... y un Banquito!—dijo burlonamente don Inginio.

Todos rieron, con gran disgusto de don Lucas, que quería ser tomado en serio.

Isabel Contreras, mayoral de la diligencia, subía entretanto nuestro equipaje á la imperial—la valija de tatita y dos ó tres maletas atestadas de ropa blanca, de dulces y pasteles, amén de una canasta con vituallas para almorzar en el camino.—Muchos apretones de ma-