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el artículo anunciado. En cambio, por la tarde recibí esta esquela firmada T. R.:
«Tuvo usted razón, pero no sentimiento. La vida es suya. El pobre muchacho es otro, desde que sabe. Pero vivir matando debe ser una desgracia.»
Vi algo horrible, y salí de mi despacho, dejando la esquela tirada en el suelo. Cuando me tranquilicé y volví, la quemé sin piedad, casi con rabia.
¡Vaya una tontería! ¡Suponer que, por vanas consideraciones sentimentales, uno ha de renunciar á sus grandes proyectos ó dejarse manosear por quien quiera!...
Uccle-lez-Bruxelles, 9 diciembre 1910.