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Ven á verme el jueves; no; el miércoles por la tarde: haré que las cosas anden lo más rápidamente posible.

—Si no los tengo hoy, pueden perderme...

Es un asunto de honor. Si llego á los tribunales ó á la prensa, aunque mi nombre quede á salvo, mi porvenir se va al demonio...

—Tranquilízate. En nuestra tierra no se hila tan delgado. Muchos han salido triunfantes de situaciones más difíciles y escabrosas.

—¡Ah, Mauricio! ¡Quiera Dios! ¡En fin! de todos mis amigos y de todos los que me deben servicios, tú eres el único á quien no he acudido en vano...

Ya en el hall, y cuando comenzaba á bajar la escalera, le dije:

—Pues, para abreviar tu espectativa, yo mismo iré á buscarte el miércoles, llevándote eso...

—¿Seguro?

—¡Y tan seguro! De la Espada se puso al corriente de todo esto. Creo que corrió á los diarios que malquerían á Vázquez. El hecho es que, veladamente, algunos dieron aquella misma tarde la noticia de un grave escándalo en que estaba implicado un candidato á ministro plenipotenciario, añadiendo datos inequívocos de que se trataba de Vázquez. Sentí un movimiento de temor, de repugnancia ó de arrepentimiento, recordando uno ó dos dramas á que asistiera en mi vida y que provocaron el suicidio de algunos ilusos, pero me tranquilicé inmediatamente, porque no había hecho más que favorecer la lógica de los hechos, separando de ellos la parte romántica y, por lo tanto, enfermiza. ¿Quién llamaba á Eulalia? Yo no tenía el dinero... ¿Por qué imponerme que cambiara el rumbo de las circunstancias? Y además, yo estaba resuelto á pagar, y el honor de Vázquez siempre quedaba