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del crimen por depositario infiel y abuso de confianza. Parece que, en circunstancias difíciles, ha hecho cosas que... que no estaban bien...

No hice que le compraran los cuadros y de ello me felicito, porque es un hombre infecto.

Creo, también, que el cuento del Banco bastaba y sobraba. Además, se le pagarían sus créditos.

Llegué tarde á casa á la hora de comer. Cuando tomaba el café, con Eulalia, en el hall, antes de irme al Club, me anunciaron á Vázquez.

—Vienes á tiempo de tomar una taza de café, pero tengo que salir en seguida—le dije rehuyendo toda explicación delante de mi mujer.

Pero Pedro estaba demasiado agitado para callarse.

—¿Tienes dinero disponible?—me dijo, tomando el café á grandes sorbos.—Me encuentro en una circunstancia embarazosa.

—Algún dinero tengo. ¿Cuánto necesitas?

—Veinte mil pesos.

Di un salto en la silla. Después me tranquilicé.

—Tanto no—dije.—Apenas ochocientos ó mil. Pero, dentro de ocho días ó quince...

—Ahora mismo.

—Es una fatalidad.

—Recuerda que yo no te hice objeciones, y que tú me prometiste, cuando te presté igual suma...

—Que todavía no te he pagado. ¿Me lo echas en cara? ¡No! siempre están á tu disposición.

Sólo que en este momento...

Eulalia se levantó y nos dejó solos.

—¿De veras? ¿No podrías conseguir?... Se trata de un asunto de honor más grave que el tuyo, una deuda descuidada, que unos viles usureros hacen revivir ahora. Lo peor es que lo han