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narraciones de acción, que estaban entonces de acuerdo con su temperamento, á las lecturas algo más subjetivas de las novelas psicológicas, de éstas, luego, á los libros de simple generalización, y, por fin, á los puramente especulativos.

Para esta última etapa se valió de la discusión, interesando á la joven en asuntos filosóficos, y dándole, después, elementos para formar juicio. Y en medio de estas tareas metafísicas, con su espíritu práctico de alemana—Fräulein Hildegard la enseñaba las tareas domésticas, el bordado, la costura, la cocina, el arte de hacer conservas y de adornar la casa.

De tal modo, que Teresa no tenía un minuto desocupado y no sentía la necesidad de ser feliz, tanto más cuanto que Mauricio le absorbía todos los pocos restos de su tiempo.

Cuando supe esto, que llegó hasta mí muy fragmentariamente, sentí una gran curiosidad de verlo de cerca, y busqué toda clase de pretextos viables para acercarme á Teresa. Pero nuestra última entrevista había sido tan ridícula para mí, ella permanecía tan encerrada, y mi casamiento era un obstáculo tan grande, que tuve que renunciar á mis antojadizos propósitos.

Sin embargo, no fué sin un ensayo: la encontré un día en la calle, la hice un saludo hasta el suelo, y me aproximé tendiendo la mano.

Hizo como que no veía el gesto, y usando la frase trivial de práctica, dijo «Servir á usted» y pasó de largo, sin exagerada modestia ni excesiva altivez, dejándome plantado en medio de la acera.

Yo, por las tardes, iba á la redacción del diario oficioso, verdadero fox-terrier lanzado á las pantorrillas de la oposición. Pero no escribía.

Escribir es oficio de dupa. Profesionalmente, no da de comer á su amo, como decía Sancho Panza, y en mi caso, dada la vidriosísima situación,