contado lo que compraba ó consumía, salvo, naturalmente, por necesaria antítesis, los más menesterosos. Eran, en fin, cosas de muchachos, bromas sin más trascendencia que la que debe atribuirse á una inocente travesura, y justificadas, además, en cierto modo, pues sólo las sufrían las personas antipáticas por su excesiva severidad, ó las que habían merecido el desdén, el desprecio ó el odio de mi padre; los amigos políticos, ó de la familia, gozaban de completa inmunidad, porque siempre ha existido en mí el espíritu de cuerpo. Pero la gente es tan necia que, en vez de dar á nuestros juegos su verdadero y limitado alcance, considerándolos ingenuos remedos de las aventuras novelescas, se imaginó que Los Sunchos había sido invadido por una horda de rateros y se propuso perseguirlos hasta atraparlos ó ahuyentarlos. ¿Quiénes eran y dónde se ocultaban? Aunque las víctimas fuesen siempre opositores ó indiferentes, la policía y la municipalidad se preocuparon de defenderlas, cuando las cosas habían llegado ya muy lejos, temiendo probablemente que la cuadrilla ensanchara su campo de acción y cesara de respetar á los partidarios de la buena causa. Cuando esto resolvieron las autoridades, hubiéramos sido descubiertos inevitablemente, á no mediar una circunstancia salvadora: tatita, siempre al corriente de los sucesos, dijo una tarde, en la mesa:
—Por fin, nos vamos á sacar de encima esa plaga de rateros. Esta noche caerán, sin remedio, en la trampa. Se ha organizado una gran batida con todos los vigilantes y algunos vecinos voluntarios, ¡y muy diablos serán si consiguen escaparse!
Yo no eché la noticia en saco roto, corrí á prevenir á los camaradas, y aquella noche y las siguientes nos quedamos más quietos que