Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/326

Esta página no ha sido corregida
— 318 —

me alarmó mucho más todavía la observación de que la política del Presidente no satisfacía al mismo partido que lo elevara al poder, y de que algunos de sus miembros más conspícuos se retiraban á cuarteles de invierno ó se plegaban más ó menos abiertamente á la oposición.

—¡Cuando las ratas se van, señal de que el barco hace agua!—me dije.

Pero no eran precisamente las ratas las que desembarcaban, sino los marineros, y hasta los pilotos. Á esta deserción contribuía de un modo visible la guerra que desde un principio se había hecho al mismo exjefe de nuestro partido, cuya voluntad creara aquella situación, y que continuaba aún, tratando de suprimir hasta los últimos restos de su prestigio y de su influencia.

Siguiendo esta política inútil y equivocada, se llegó á extremos tontos. Uno de los allegados al Presidente, el mismo que años más tarde iba á ocupar elevadísimas posiciones, se ensañó contra él en el diario oficioso, tratando de demostrar que era un muñeco insignificante, un pobre individuo presuntuoso y ridículo, á quien sólo el azar de las circunstancias había podido dar cierto relieve. Hasta entre los militares comenzaban á notarse síntomas amenazadores.

Entretanto, la única situación provincial que permanecía fiel al viejo jefe caía derrocada por una especie de revolución que organizara el mismo Gobierno Nacional, con soldados del ejército disfrazados de particulares.

Algunos partidarios se retiraron, pues, y sin hacer abiertamente buenas migas con la oposición, dejaron ver que, en caso de una revuelta, no se pondrían de parte del Presidente.

Otros entraron resueltamente en las filas enemigas.

Se pensará que ante este cuadro y con tales