Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/258

Esta página no ha sido corregida
— 250 —

el primero, pidiéndome que fuera á su casa. Hacía semanas enteras que no iba á visitarla, y recibí su invitación con verdadero regocijo, como una señal evidente de mi triunfo próximo y definitivo. Corrí á casa de Blanco sin perder un minuto, y entré en la sala con aire de conquistador, aunque ligeramente conmovido.

Saludé con efusión, pero quedé sorprendido al ver que María me recibía con cierta gravedad.

—Mauricio—dijo, por fin, entrando en materia.—He creído de mi deber atreverme á hacerle una advertencia. Usted comprenderá que, dadas nuestras relaciones... amistosas, me preocupe de cuanto hace, y tenga, como si dijéramos, los ojos clavados en usted... Y, perdóneme, su actitud me aflige.

—¡No he hecho el menor daño á nadie!—exclamé estupefacto.—Hasta he salvado á los revolucionarios, negándome á tomarlos presos, como quería el Gobernador.

—No me considere «politiquera». No lo soy.

Si me informo de la política, es porque usted es político; me ocuparía, también, de usted, en cualquier otro terreno en que actuara. La mujer que quiere conocer su destino sabe adaptarse al medio de su... de los amigos que han de influir decididamente en su vida.

Una luz me iluminó como un relámpago, y después de callar un momento, pregunté con afectada tranquilidad:

—¿Hace mucho que no ve á Pedro Vázquez?

—¿Por qué me lo pregunta?

—Simple curiosidad.

—Vino ayer...

—¿Y hablaron ustedes de mí?

—No.

—Sí, María.

—¡No!... Por lo menos no se ha pronunciado