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demuestran que sigue tan hereje como antes.

Mi candidatura estaba proclamada y mi despacho de la policía, lo mismo que mi casa particular, se hallaban continuamente llenos de gente, de amigos adventicios, deslumbrados por mi rápida fortuna, y á quienes Zapata hacía los honores, dándoles el tono y el compás en el coro de mis alabanzas, y haciendo que se atiborraran de mate dulce y de ginebra con agua y panal. Mi gloria estaba en su apogeo. Yo era, si no el más importante, uno de los personajes más importantes de la provincia: todo el mundo me aseguraba que iba á votar por mí, y me pedía alguna cosa para cuando estuviera en Buenos Aires, un empleo para el hijo ó el pariente, una pensión para la viuda, la huérfana ó la hermana de un guerrero del Paraguay, que probablemente no había salido de su casa, una recomendación para que le descontaran en el Banco, mi apoyo para un pedido de concesión ó de privilegio, cátedras en los Colegios Nacionales, en las Escuelas Normales y hasta en las Universidades, cuanto Dios crió y las administraciones humanas inventaron desde que el mundo es mundo. Hubiérase dicho que yo tenía el cuerno de Amaltea, ó la varita de virtud, y creo que durante un tiempo fuí más rodeado que Camino, é incomparablemente más que Correa.

Yo á todos decía que sí.

Cuando se va subiendo en política, hay que acceder á cuanto se nos pide. Basta con reservarse la ocasión de hacerlo, que siempre llega en los tiempos indefinidos... Sólo que suele llegar tarde para los interesados.