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sería más que un semillero de pecados mortales.

Lo único que me recomendó fué que huyera de las tentaciones, pues la ocasión es el arma por excelencia del demonio...

—Debes frecuentar la iglesia, tener piadosas conversaciones, dedicarte á la oración, leer libros que eleven tu espíritu. No quiero decirte que te hagas un anacoreta, ni un místico, no.

También ha habido santos en la sociedad, y la alegría y los placeres lícitos no dañan al buen cristiano. La religión necesita servidores en el mundo, no sólo en la iglesia. Reza el Confiteor y ve en paz. Ego te absolvo, in nómine...

La noticia de mi definitiva conversión se divulgó rápidamente de sacristía en sacristía y de convento en convento, y no tardó en trascender hasta el público. Muchos liberales la creyeron cuento, y no le atribuyeron importancia alguna. Y cuando el hecho se confirmó, ya todo el mundo estaba acostumbrado á él.

Mi temible enemigo era, pues, mi aliado. El camino á la diputación nacional quedaba abierto y sin obstáculos.


XI

Aunque lo esperaba de un momento á otro, no supe sino algo más tarde que el partido católico de la provincia apoyaría indirectamente mi candidatura. Digo indirectamente, y voy á explicar por qué. Desde mucho tiempo atrás, la oposición no se presentaba á las elecciones ó salía afrentosamente derrotada apenas trataba de dar señales de vida. Con las mesas totalmente gobiernistas, la policía nuestra, los jueces nuestros, sin grandes gastos de movilización de gente, el triunfo nos pertenecía sin disputa: bastaba con que los escrutadores copiaran