Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/228

Esta página no ha sido corregida
— 220 —

la ventana haciendo un menú sardanapalesco.

Equilibrábanse así la zorrería de don Claudio con la santidad de su mujer, y todo marchaba á las mil maravillas.

Yo los había visitado de vez en cuando para oir, como se sabe, de boca del mismo autor, la narración de alguna de las sentencias notables de Zapata, de modo que, cuando me mostré más asiduo, no llamé la atención de nadie. De este modo estreché relaciones que más tarde habían de serme utilísimas, con el buen padre fray Pedro Arosa, mi antiguo conocido, franciscano regordete y jovial que era entonces el «pico de oro» de la provincia, con el cura Ferreira, largo, flaco, triste y silencioso, y con otros sacerdotes de mayor ó menor cuantía.

Reservado en un principio, demostréles el mayor respeto, no exento de dignidad, escuché sus opiniones, se las pedí á veces, y me permití discutirlas con la mayor reverencia, cuidando de darme por vencido y convencido al fin. Esta táctica me conquistó del todo sus voluntades, tanto más cuanto que no veían, ó aparentaban no ver, dónde iba yo á parar. Mi plan era tan sencillo, tan instintivo, que yo mismo no hubiera acertado á explicarlo, sino como una simple tontería. Había visto una fuerza que podía serme útil y me colocaba en situación tal que pudiera servirme en un momento dado.

Otros correligionarios no lo pensaron, ¡tanto peor para ellos! En el curso de mi vida me han llamado «aprovechador de circunstancias». Lo cierto es, por una parte—ya lo saben ustedes,—que no las he desdeñado nunca, y por otra que á veces he solido verlas venir desde muy lejos, y nunca he reñido con ellas antes de tiempo. ¡Aprovechar las circunstancias! ¡Pero si eso es, sólo, saber vivir la vida! ¡Vislumbrar las que han