Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/210

Esta página no ha sido corregida
— 202 —

todo lo que ha perdido. No habló de ti, no aludió á ti, como si ya no tuviera esperanza de remedio al daño que hiciste. Á mí me dijo—y son sus últimas palabras:—Cuídalo bien.—¿Para qué te escribo esta carta, Mauricio? Sólo para una cosa, sólo para decirte:

Ya no me queda en el mundo nada más que mi hijito, y quizás tú. ¡No te pido nada, nada, nada! Sólo quisiera estar á tu lado, vivir con tu vida, ser como una guachita mansa de esas que siguen al dueño por todas partes... ¡Estoy tan triste, Mauricio!... ¡Quieres que vaya, ó vendrás tú, por fin, á conocer á tu hijo que ya va siendo un hombrecito!»...

Puedo transcribir (como transcribo en parte) esta carta, porque la guardé, contra mi costumbre, tanta fué la sorpresa que me causó su forma.

¿La había escrito Teresa? ¿Se la había dictado alguien?... ¿De dónde salía todo ese atildado romanticismo, ó sentimentalismo, si hay quien lo prefiera? Hace poco, revolviendo papeles viejos, volví á encontrar esta carta, amarillenta ya, la releí, y debo confesar que me conmovió. ¡Era bien de Teresa! Lo probaban mil detalles, mil tiernos recuerdos que omito.

¡Si la hubiera comprendido entonces como la comprendo ahora! ¿Qué me pedía Teresa? Nada. ¿Qué me ofrecía? Todo. Sinceramente, me lo ofrecía todo, pero entonces sospeché de ella y me reí de la gauchesca figura de la «guachita» y de sus ofrecimientos, cebo, á mi juicio, que debía arrastrarme al matrimonio, al reconocimiento del chico, á empeñar mi vida, en fin, como en el Monte de Piedad. No, no. En mi opinión, su cálculo era éste: vivir conmigo y esperar la ocasión propicia para hacerse dueña de mí, gracias al vínculo del muchacho, del «hombrecito». Era una infeliz; es la única mujer