dando», traducción bárbara del latino «do ut des»?
—¡En fin, señor Presidente!—pensé,—lo que sea, sonará. Y no he de bailar al son que me toquen, lo que no significa que me niegue á seguir detrás de la banda y á marcar el paso como cualquier hijo de vecino. Lo primero que yo respeto es la autoridad. ¡Y más ahora, que soy, también, autoridad!...
Al terminar la entrevista, que fué agradable y sin ceremonia, le pedí que no me olvidara y me tuviera siempre por un resuelto servidor y amigo.
—Venga á visitarme á menudo, Gómez Herrera—me contestó.—Yo tengo siempre gusto en conversar con muchachos como usted, y en oir sus opiniones.
Reiteré, en efecto, la visita, pero viendo que sólo muy á la larga podría sacar provecho de ellas, y, á pesar de su evidente interés,—las reuniones no podían ser más amenas,—resolví regresar, dejando, sin embargo, detrás de mí la convicción de que era un «elemento» con el que se podía contar en cualquier emergencia.
—¡Vaya sin cuidado! Yo lo conozco bien—fueron las últimas palabras del Presidente, que no volvió á recordarme, sin duda porque me conocía más que yo mismo, y sabía que no tenía nada que temer ni nada que esperar de mí.
¡Hacer que teman, hacer que esperen!—sésamo del éxito en política. Pero, ya lo he dicho, nadie nace sabiendo...
Con todo, este viaje, mi aparente intimidad con el Presidente—yo había cuidado de dar publicidad á mis visitas,—y las evidentes vinculaciones con entidades sociales y políticas de Buenos Aires, contribuyeron no poco á aumentar mi prestigio, y, por ende, á fijar sobre mí las miradas de la siempre envidiosa y díscola