Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/131

Esta página no ha sido corregida
— 123 —

del poder. Eligieron la mesa y comenzaron á discutir las actas de las elecciones, por mera fórmula, según me dijera misia Gertrudis:

bien se veía que todos se habían puesto de acuerdo antes de entrar en sesión. Mi diploma era uno de los pocos que parecían peligrar, porque las elecciones de Los Sunchos habían sido, como de costumbre, protestadas por la oposición abstinente. Cuando me tocó el turno fuí invitado á entrar en el recinto para defenderlo.

Como todos mis eminentes colegas habían sido electos más ó menos en la misma forma que yo, y habían pasado sobre iguales protestas, no les fué difícil convencerse de la legalidad de mi mandato, y de que:

«La impotencia hipocondríaca y perversa de cuatro ciudadanos egoístas y malos patriotas, hez de la sociedad, alejados de la opinión pública y desdeñados y aborrecidos por ella, como se hace con una víbora venenosa, los obliga á adoptar el único medio de fingirse vivientes, firmes y numerosos, de mostrarse engañosamente al pueblo como una fuerza respetable:

la cínica protesta de una elección legal, en que se ha respetado la inmaculada pureza del sufragio, protesta que lleva al pie el nombre de cuatro individuos insignificantes, que quizá no sean ni siquiera electores, y la falsa afirmación de «siguen las firmas», testimoniada por un escribano sin fe, sin carácter, sin probidad. ¡No hay firmas, no hay hombres, no hay ciudadanos, señor Presidente!...

—¡Las firmas están!—gritó una voz desde la barra.

—«Habrá... habrá nombres inventados, nombres supuestos que no figuran en el padrón.

¡No, no hay ciudadanos, señor Presidente! Sólo hay ambiciones inconfesables, y, como ya dije, la rabia feroz de la impotencia. (Muy