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Tráemela y te daré otra para tu resguardo. La hipoteca vence en estos meses; la renovaremos á tu nombre y al de tu mamá, con las formalidades de la testamentaría, y así nadie podrá nunca meter el diente en lo único que les queda.

Se interrumpió, para añadir después, con una risita entre maliciosa y avergonzada:

—Todo esto no será muy legal; pero, hijito, cada uno se agarra con las uñas que tiene, y á mí me parece que tu tata tenía mucha razón de no querer quedarse en camisa y en el medio de la calle, para pagar á sus acreedores, que son casi todos gente rica, y que no necesita de esos cobres. Vos, por tu parte, como irás pagando, no tenés nada que echarte en cara...

Dimos á don Higinio cuantos poderes necesitaba para regir libremente nuestros asuntos.

Arrendó parte de la chacra en buenas condiciones, obtuvo la pensión del gobierno de la provincia y otra del nacional para «la viuda é hijo de un guerrero del Paraguay», arregló con los acreedores exigiéndoles una importante quita y haciéndolos contentarse con una pequeña amortización anual—«del lobo un pelo», decía él,—de manera que, en vez de empeorar, nuestra situación mejoró, porque ya no estaba allí tatita, manirroto á quien ningún dinero daba abasto, y porque yo no me había acostumbrado todavía á tirar la plata, gracias á las pocas ocasiones que Los Sunchos me ofrecían, y gracias, también, á que Teresa tenía aún la facultad de absorberme. En casa reinaba, pues, la abundancia, y hubiera reinado la alegría si mamita, como la enredadera que se encuentra de pronto sin arrimo, aunque sea el rudo y áspero de una tapia, no se hubiera marchitado y abatido, más silenciosa y solitaria que nunca.

—Pocos años de vida le quedan á misia María—murmuraba la gente al verla pasar como