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cando un niño del seno de su madre, rompiendo con su diente mortal y homicida sus debiles y delicados miembros y despedazando con sus horrísonas uñas las entrañas palpitantes de este niño ¡Que cruel y horrible agitacion no siente este testigo, á la vista de un accidente en el cual no puede tomar ningun interes personal! ¡Que congojas y que angustias no sufren al ver tan espantoso suceso, y no poder socorrer por ninguna via á la madre desmayada, ni al hijo espirando!

Tal es el puro movimiento de la naturaleza, anterior á toda reflexion; es la fuerza y energía de la piedad natural, la que las costumbres mas depravadas aun no pueden sin gran trabajo destruir, pues que vemos todos los dias en nuestros teatros enternecerse y llorar por los males é infortunios de un desgraciado, tal persona que agravaría, si se hallase en el lugar del tirano, aun mucho mas los tormentos de su enemigo: semejante al sanguinario Sila, tan sensible á los males que no habia causado; ó á aquel Alejandro de Fero, que no se atrevia á asistir á la representacion de ninguna tragedia, por temor de que no se le viese gemir con Andrómaco y Priamo,