manas. Hablo de la piedad, disposicion tan conveniente à unos seres tan débiles y propensos como somo à tantos males: virtud tanto mas universal, y tanto mas útil al hombre, cuanto ella precede en él, el uso de toda reflexion, y tan sumamente natural que aun las bestias mismas dan algunas veces señales nada equívocas de ella. Sin hacer mérito de la terneza de las madres para con sus hijos, y de los peligros que arrostran para preservarlos, se observa todos los días la repugnancia que tienen los caballos de pisar un cuerpo viviente. Un animal no pasa sin inquietud cerca de uno de su especie muerto; hay entre ellos algunos que les dan una especie de sepultura; y los tristes bramidos del ganado cuando entra en una carnicería, anuncian la impresion que le hace el horrible espectáculo que le sorprende y espanta. Se ve con bastante placer al autor de la fábula de las abejas, obligado à reconocer al hombre por un ser compasivo y sensible, è igualmente se le ve salir, en el egemplo que de ello da, de su estilo frio y sutil, para ofrecernos la imágen patética de un hombre encerrado, que apercibe por fuera una bestia feroz arran-
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