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cina, desalterándose en el primer arroyo, y hallando su cama al pie del mismo árbol que le ha suministrado su comida. Y ved aquí sus necesidades satisfechas.

La tierra abandonada a su fertilidad natural (c), y cubierta de bosques inmensos que el hacha no mutiló jamás, ofrece a cada paso almacenes y acogidas a los animales de toda especie. Los hombres dispersados entre ellos, observan, imitan su industria, y se elevan de este modo hasta el instinto de las bestias, con esta ventaja, que cada especie no tiene sino el suyo propio, y que el hombre, no teniendo puede ser ninguno que le pertenezca, se los apropia todos, se nutre igualmente de la mayor parte de los alimentos diversos (d), que los otros animales se dividen, y halla por consecuencia su susistencia con mucha más felicidad que puede hacerle cualquiera de ellos.

Acostumbrados desde la infancia a las intemperies del aire, y al rigor de las estaciones, ejercitados a la fatiga, y obligados a defender, desnudos y sin armas, sus vidas y sus presas contra las otras bestias feroces, o bien a escaparles por la carrera, los hombre se forman un