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LIBRO IV.

dicen que no respondía sentado, sino que se ponía a pasear, por cuya grande urbanidad y cortesía era en la ciudad muy estimado. Excepto los paseos, siempre habitaba en un huertecillo, junto al cual habían hecho los discípulos sus pequeñas chozas y habitaban cerca de la escuela y exedra. Según parece, Polemón en todo fue imitador[1] de Xenócrates, y aun amado suyo, según escribe Aristipo en el libro cuarto De las delicias antiguas. Hacía siempre Polemón memoria de él, revistiéndose de su inocencia, sequedad y gravedad, como la música dórica. Tenía en mucho a Sófocles, singularmente en aquellos partidos en que, según el Cómico, «parece que un perro moloso componía los versos en compañía suya», y en los que, según Frínico, no es demasiado dulce y sabroso, sino moderado y suave. Y solía decir que Homero es un Sófocles épico, y Sófocles un Homero trágico. Murió hético, siendo ya anciano, y dejó varios escritos. Mis versos a él son:

Sabe, si no lo sabes, pasajero,
que a Polemón encierra este sepulcro.
Enfermedad lo trajo,
enfermedad terrible a los mortales...
Pero ¿qué es lo que digo?
  1. έζηλώχει œmulatus fuit, o bien, Xenocratem œmulabatur. No he traducido fue émulo, según otros, porque las palabras siguientes indican no fue émulo, sino amigo aun más de lo que debiera.