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LIBRO III.

moral, y los hallaron bajo de su cabeza[1]. Navegó tres veces a Sicilia: la primera a fin de ver la isla y observar el Etna, en cuya ocasión, siendo tirano de la misma Dionisio, hijo de Hermócrates, lo coartó a que comunicase con él. Habiendo, pues, entonces Platón hablado sobre la tiranía, y díjole que «no era lo mejor aquello que era conveniente a él solo, si no se conformaba con la virtud»; enojado Dionisio, le dijo: «Tus razones saben a chochez». «Y las tuyas a tiranía», respondió Platón. Indignado de esto el tirano, quiso quitarle la vida. No lo ejecutó, habiendo intercedido por él Dión y Aristómenes; pero lo entregó a Polido Lacedemonio (que entonces era allí embajador) para que lo vendiese; el cual se lo llevó y lo vendió en Egina. Acusólo a la sazón como reo de muerte Carmandro, hijo de Carmandrides, al tenor de la ley que habían puesto de que muriese sin esperar sentencia de juez el primer ateniense que entrase en la isla; la cual ley les había puesto él mismo[2], como dice Favorino en su Varia historia. Pero como uno dijese por chanza que el que había entrado era filósofo, le dieron libertad.

  1. Entiéndese cuando murió, como dicen Valerio Máximo, Quintiliano, Hesiquio y otros; bien que Suidas afirma que solía tenerlos debajo de la cabeza cuando dormía.
  2. El mismo Carmandro acusador.