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LIBRO II.

hubiesen venido (los cuales debían haber ya cenado), y él se paseaba fuera. Si alguno venía temprano, preguntaba a los que salían qué era lo que habían sacado a la mesa y en qué estado estaba. Si los convidados oían que no había más que algunas hierbas o salsitas, se iban; pero si había algo de carne, entraban. Sobre los lechos de los triclinios ponía esteras en verano, y en invierno pieles. Debían los convidados traer consigo su almohada. El vaso con que bebían todos no excedía la cótila[1]. Los postres eran altramuces y habas; aunque también daba frutas en las sazones, v.gr., peras, granadas, legumbres[2] e higos secos: todo esto lo refiere Licofrón en una de sus sátiras[3], titulada Menedemo, formando un poema en encomio de este filósofo, de cuyos versos son una pequeña parte los siguientes:

En su convite simple y moderado,
es reducido el vaso que circuye,
y los mejores postres de los sabios
son las conversaciones eruditas.
  1. La cótila cabía media sextario, cuyo peso (de agua) era unas siete onzas y media.
  2. Todavía se usa en algunas partes dar en postres guisantes, habas, garbanzos tiernos. etc.
  3. έν τοϊς πεποημένοις σατύροις άυτφ. Podríamos traducir, en las sátiras hechas a él, entendiendo por sátiras no varios poemas, sino muchos versos satíricos. Sin embargo, los que aquí trae, antes lo celebran que satirizan.