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LIBRO II.

halagamos los miembros del cuerpo mientras los tenemos. Que en los ignorantes se hallan también algunas virtudes. Que la ejercitación del cuerpo conduce para recobrar la virtud. Que el sabio no está sujeto a la envidia[1], a deseos desordenados ni a supersticiones, pues estas cosas nacen de vanagloria; pero siente el dolor y el temor, como que son pasiones naturales. Que las riquezas no se han de apetecer por sí mismas, sino porque son productivas de los deleites». Decían que «las pasiones pueden comprenderse, sí, pero no sus causas. No se ocupaban en indagar las cosas naturales, porque demostraban ser incomprensibles. Estudiaban la lógica por ser su uso frecuentísimo».

20. Meleagro en el libro II De las opiniones, y Clitómaco en el primero De las sectas, dicen que «tenían por inútiles la física y la dialéctica, porque quien haya aprendido a conocer lo bueno y lo malo puede muy bien hablar con elegancia, estar libre de supersticiones y evitar el miedo de la muerte. Que nada hay justo, bueno o malo por naturaleza, sino por ley o costumbre; sin embargo, el hombre de bien nada ejecuta contra razón porque le amenacen daños imprevistos o por gloria suya[2], y esto constituye el varón sabio. Concédenle asimismo el progreso en la filosofía y otras ciencias». Dicen que «el dolor aflige más a unos que a otros, y que muchas veces

  1. Esto es, no tendrá envidia de nadie.
  2. χαίδόξας. El intérprete latino traduce opiniones siniestras.