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DE DIÓGENES LAERCIO.

de los muros de Atenas que restauró Conón; lo cual fue seis años después de la muerte de Sócrates, y así es la verdad.

17. La acusación jurada que, según Favorino, todavía se conserva en el Metroo[1], fue como sigue: «Meleto Piteense, hijo de Meleto, acusa a Sócrates Alopecense, hijo de Sofronisco, de los delitos siguientes: Sócrates quebranta las leyes negando la existencia de los dioses que la ciudad tiene recibidos e introduciendo otros nuevos; y obra contra las mismas leyes corrompiendo la juventud. La pena debida es la muerte».

18. Habiéndole leído Lisias una apología que había escrito en su defensa, respondió: «La pieza es buena, Lisias; pero no me conviene a mí»[2]. Efectivamente, era más una defensa jurídica que filosófica[3]. Preguntándole, pues, Lisias por qué no le convenía la disertación, supuesto que era buena, respondió: «¿Pues no puede haber vestidos y calzares ricos, y a mí no venirme bien?» Justo Tiberiense cuenta en su Crónica que cuando se ventilaba la causa de Sócrates subió Platón al púlpito

  1. Era un templo de Atenas, dedicado a la Gran Madre de los dioses. Podrá verse acerca de él Juan Meursio.
  2. Véanse Cicerón, lib. I, De oratore; Valerio Máximo, 6, 4, número 2, in extern.
  3. Esto es, se reducía toda a súplicas y ruegos, confesando haber errado en la doctrina, proponiendo enmendarse o retractarse de ello, dando la razón a los acusadores, etc.