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LIBRO II.

Alcibíades dado una área muy espaciosa para construir una casa, le dijo: «Si yo tuviese necesidad de zapatos, ¿me darías todo un cuero para que me los hiciese? Luego ridículo sería si yo la admitiese». Viendo frecuentemente las muchas cosas que se venden en público, decía para sí mismo: «¡Cuánto hay que no necesito!» Repetía a menudo aquellos yambos:

Las alhajas de plata,
de púrpura las ropas,
útiles podrán ser en las tragedias;
pero de nada sirven a la vida.

Menospreció generosamente a Arquelao Macedón, a Escopas Cranonio y a Eurilo Lariseo; pues ni admitió el dinero que le regalaban, ni quiso ir a vivir con ellos. Tanta era su templanza en la comida, que habiendo habido muchas veces peste en Atenas, nunca se le pegó el contagio.

8. Aristóteles escribe que tuvo dos mujeres propias: la primera Jantipa, de la cual hubo a Lamprocle; la segunda Mirto, hija de Arístides el Justo[1], a la que recibió indotada y de la cual tuvo a Sofronisco y a Menéxeno. Algunos quieren casase primero con Mirto; otros que casó a un mismo tiempo con ambas, y de este sentir son Sátiro y Jerónimo de Rodas; pues dicen que queriendo los atenienses poblar la ciudad, exhausta

  1. Véase sobre esto Ateneo, lib. XIII, poco después del principio.