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desdeñado. Gracias al favor de su soberana, el príncipe se mostró tal como fué; pero en la mayor parte de los grandes hombres de Rusia, como Menzikoff, Souvarow, el mismo Pedro I, y anteriormente Ivan Basiliewitch, se descubre un temperamento fantástico, violento e irónico a la vez.

El ingenio era para ellos un arma, más que un placer; su guía era la imaginación. En su carácter hallábanse reunidas la generosidad y la barbarie, pasiones desenfrenadas y religión supersticiosa. Aun hoy, la civilización no ha penetrado hasta el fondo en Rusia, ni siquiera en los grandes señores; imitan en lo exterior a los demás pueblos, pero son enteramente rusos de alma; en esto consiste su fuerza y su originalidad, porque el amor a la patria es, después del amor a Dios, el sentimiento más hermoso que los hombres pueden albergar. Para que la patria inspire un amor violento, es necesario que se distinga con fuerza de los países que la rodean; los pueblos que se diferencian de otros por leves matices, o que están divididos en varios Estados distintos, no se consagran con verdadera pasión a la asociación convencional que designan con el nombre de patria.

CAPITULO XVIII

Costumbres de los grandes señores rusos.

Fui a pasar un día en la casa de campo del sefor de Narischkin, gran chambelán de la Corte, hombre amable, de trato cortés y fácil, pero que