Página:Diez años de destierro (1919).pdf/190

Esta página no ha sido corregida
188
 

taba expuesta al público la orden de vigilarme cuando pasara. Si no fuese una impertinencia sin igual tratar así a una mujer, y a una mujer perseguida por haber hecho justicia a Alemania, no habría más remedio que reírse de la enorme tontería de anunciar con letras mayúsculas órdenes policíacas cuya mayor fuerza estriba en el sigilo.

Esto me recordaba al señor de Sartines, que propuso vestir de librea a los espías. El inspirador de todas estas medidas rastreras no carece, según dicen, de cierto entendimiento; pero tiene tan vivos deseos de agradar al Gobierno francés, que ante todo busca la manera de ganar estos méritos lo más ostensiblemente que puede. Esta vigilancia pregonada se ejercía con igual agudeza que estaba concebida; un cabo o un agente, o los dos juntos, fumando una pipa, se acercaban a mirar el coche, y después de dar una vuelta alrededor se iban, sin dignarse siquiera decirme si encontraban el carruaje en buen estado; por lo menos, entonces hubieran servido de algo. Caminaba yo lentamente para esperar al pasaporte ruso, mi única salvación en tales circunstancias. Una mañana me desvíé del camino para visitar un castillo en ruinas. Para llegar a él pasé por caminos inconcebibles para quien no haya viajado por Polonia. Al atravesar con mi hijo una especie de desierto, pasó a caballo un hombre que me saludó en francés; cuando quise responderle, ya estaba lejos. No puedo expresar el efecto que me produjo este idioma familiar en un momento tan cruel.