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parece corto, y angosto el más ancho. Sienten no poder andar al mismo tiempo hacia delante y hacia atrás hacia la derecha y hacia la izquierda. Si se les concediese plena libertad, cubrirían toda la tierra con sus huellas, sin olvidar un solo palmo de su superficie, y aun buscarían otros sitios por donde andar.

No había llegado todavía a percatarme de una cosa: de que mis ojos no sólo miraban, sino que respiraban.

A lo lejos se veía el mar.

XXIII

¿Qué más puedo contarte? Los gendarmes me detuvieron.

XXIV

¡De nuevo has cerrado la puerta de mi cárcel, oh, hombre! ¿Cómo has tenido tiempo de reedificarla? Tu casa está aún en ruinas, los restos de tus hijos aún no han acabado de pudrirse en la tumba, y tú ya empuñas el martillo, colocas las piedras unas sobre otras, enrejas las ventanas. ¡Cuán presto reedificas las cárceles, oh, hombre!

Tus templos aun están en ruina, pero tú prisión está ya construída de nuevo. Tus manos tiemblan aún de miedo, pero se apresuran ya a