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—¡He aquí el verdadero orden! Hace mucho tiempo que lo esperábamos.

¡Llamaba orden a aquello! No pude contener la risa. Pero en aquel momento se acercó a nos otros un obeso fraile, todavía más loco, y la escena que tuvo lugar fué divertidísima.

IV

Nos hicieron pasar un buen rato, en medio de las ruinas, con su cómico diálogo el loco y el fraile. Sentados en las piedras, reíamos, los animábamos y les gritábamos: ¡Bravo!

—¡Esto es una burla! ¡Me han engañado!—protestaba el fraile.

Estaba gordísimo; me apuesto cualquier cosa a que no has visto nunca una gordura semejante. Daba asco ver temblar la grasa de su barriga y de sus carrillos cuando se estremecía de miedo y de cólera.

—¡He aquí el verdadero orden!—se congratulaba el orate, despegando apenas los labios.

—¡Me han engañado!—aullaba el fraile.

Y de pronto empezó a blasfemar de una manera horrible. ¡Un fraile, figúrate!

V


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