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cer de un juego desinteresado, y se ponía muy contenta cuando ganaba. El dinero ganado lo guardaba en una alcancía y lo consideraba más importante que los billetes de Banco que pagaba por el piso y empleaba en los gastos de la casa.

Se jugaba siempre en casa de Procopio Vasilievich, cuyo vasto piso no estaba habitado sino por él y su hermana; pues aunque había además un voluminoso gato blanco, estaba a toda hora dormido en un sillón y nada turbaba el silencio preciso para una labor seria. El hermano de Eufrasia Vasilievna era viudo: había perdido a su mujer al año de su boda, lo que le había producido tan honda impresión que había pasado dos meses en una clínica psiquiátrica. Ella era soltera, aun que había tenido en otro tiempo amores con un estudiante. Nadie, ni aun ella misma, sabía por qué no se había casado con él; pero todos los años, cuando la prensa publicaba su acostumbra da invitación a las afanas caritativas a acudir en socorro de los estudiantes necesitados, enviaba un billete de cien rublos al Comité que distribuía los donativos, firmando "Una desconocida".

Era el más joven de los jugadores: tenía cuarenta y tres años.

Al principio, Maslenikov, el jugador de más edad, estaba descontento del orden del juego. Le indignaba verse obligado a jugar siempre con Jacobo Ivanovich como compañero, lo que significaba para él la renuncia a sus sueños de ganar el gran chelem sin triunfos. El y su compañero eran