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res y a su madre. Su padre era el único a quien nunca engañaba. Cuando en una reyerta con sus compañeros recibía algún arañazo, se ensanchaba él mismo la herida y prorrumpía en gritos inarticulados tan fuertes que todo el que le oía tenía que taparse los oídos.
Después de gritar todo lo que quería, se callaba de pronto, sacaba la lengua y dibujaba en su cuaderno una caricatura, en la que figuraba él gritando, con una boca muy abierta, en compañía del vencedor y del pasante del colegio.
Tenía el cuaderno lleno de caricaturas de este género. La más repetida era la siguiente: una mujer gorda y bajita le pegaba a un rapaz del tamaño de una cerilla; debajo había una leyenda, escrita con gruesas letras negras, que decía: "¡Pide perdón, granuja!" "¡No, no lo pediré, aunque me mates!"
En vísperas de Navidad echaron a Sachka del colegio. Su madre le pegó, y él le mordió un dedo.
Con motivo de su expulsión, quedó completamente libre: dejó de lavarse por la mañana; durante todo el día corría por la calle con los demás muchachos; se pegaban con ellos; la única sombra de su dicha era el hambre: su madre no le daba ya de comer, y se mantenía de pan y patatas cocidas, que le daba en secreto su padre; en fin, en estas condiciones, Sachka encontraba la vida aceptable.
El viernes, día de Nochebuena, estuvo jugando