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no te persignes y que no mandes decir misas en su memoria, lo que sería peor todavía, pues no les gustaba eso a ellos. El mejor homenaje que puedes tributar a la memoria de los fusilados es guardar un grave silencio. No obstante, si tienes un decidido empeño en recurrir a alguna farsa para honrar su memoria, haz todo lo que se te antoje, menos mandar decir misas: no les gustaba eso a los pobres.

V

El primer terremoto que derribó la ciudad y la cárcel tenía una voz fuerte en extremo, de una gravedad singular, que murmuraba allá en lo hondo, en las entrañas de la tierra terrible y amenazadora. Todo en torno vacilaba y caía, y, sin saber aún de que se trataba, yo me daba ya cuenta de que todo se había acabado, de que acaso la misma tierra había acabado su existencia. Pero yo no estaba muy asustado: no tenía nada que temer, aun en el caso de que aquello fuera, en efecto, el fin del mundo.

Bramó largo espacio el trombolista subterráneo.

De repente se abrió la puerta.

VI

Llevaba en la prisión largo tiempo, perdida en absoluto toda esperanza. Había intentado evadirme muchas veces, pero no lo había logrado. Tú