ciento y veinte y ocho, la assaltó el viento mas cierzo en el funesto accidente, que la sobrevino el dia veinte y nueve de Junio del año de mil setecientos y veinte y cinco, con la falta de su primér Fundadór, y Directór. Verdaderamente se conoció aqui quanta alma daba su Excelencia à la Académia: pues aquel cuerpo, à quien no havía rendido el immenso trabájo; à quien no havía desesperado la impossibilidád de sacar à luz sus fatígas, por falta de medios: à quien no havían aturdido las voces vagas, que contra él havían esparcido los huracánes: à quien no havían batido los tiros, que desmandados havía arrojado la emulación, ò la ociosidád: solo este golpe le hirió, y penetró el corazón de forma, que dexó à sus indivíduos tan assustados, divididos, balbucientes, y atónitos, que casi verificaban el Divino Oráculo: Heriré el pastor, y se descarriarán las ovéjas. Cada uno falto de consejo, le buscaba en su afligido compañero: y à no haverles mantenido la esperanza, que debían tener en su soberano, y Real Protectór, se huviera deshecho, sin duda alguna, por sí misma la Académia; pero alentados con este único consuelo, encontraron el medio de juntarse à hablar; yá que el dolór no les permitía discurrir.
31 Congregados, pues, en la Posáda de Don Adrian Connink, que se eligió por la conveniéncia del sítio: lo priméro que se acordó (para dár algun desahogo à la pena, y alguna muestra de amór) fué, que à costa de los que alli concurrieron, y eran los contínuos de la Académia, se hiciessen unas honras públicas, con todo aquel lucimiento que cupiesse dentro de los términos prescritos por la Pragmática: eligiendo para esta función la Iglésia de Santa Maria, por haver sido Parrochia del difunto, y en la que tanto havía edificado en vida: y por Oradór para la Oración fúnebre, se nombró al Padre Maestro Frai Juan Interián de Ayála, señalando por Comissarios, para las disposiciones que se havían de dár, à Don Vincencio Squarzafigo, Don Manuel de Villegas, y Don Lorenzo Folch de Cardóna. Acordóse tambien, que en una de las priméras Académias se leyesse, como exercício Académico, un elógio, ò panegyrico de la vida del difunto, eligiendo al Padre Joseph Cafáni que le trabajasse. Haviendose cumplido en la forma possible con las obligaciones del amór y respéto debidas al difunto, se trató de darle digno sucessor: y considerando que la falta que se lloraba era imponderable, solo se encontraba la pudiesse suplir el Excelentissimo señor Don Mercúrio Lopez Pacheco, nuevo Marqués de Villéna, hijo, y heredero, no solo de los Estados, sino tambien de las prendas del primer Directór, y que era Académico desde el año de mil setecientos y catorce: y passándose à la elección, concurrieron en ella todos los votos, y se determinó, que los quatro mas antíguos, que alli se hallaban, fuessen Comissarios, para manifestar à su Excelencia el dolór que assistía à los