vados en los corazones de todos sus indivíduos, mas durable, por esta razon, su memória, que si se esculpieran en mármoles, y bronces: permaneciendo siempre constante, à pesar de las injúrias del tiempo.
No puede proseguir la Académia en las mal formadas cláusulas, con que explicaba su profundo agradecimiento, porque repentinamente emmudece, à impulsos de la admiración, del assombro, y del pasmo: y à no haverla socorrido la Divína Providéncia con el prontissimo alívio de convertir los ojos de quantos la componen en copiosos arroyos de lágrymas, sufocados sus leales corazones, con la amargúra de novedád tan impensada, y peregrina, huvieran perdido à manos de su rigór los últimos alientos.
Estos efectos ha producido en la Académia la no imaginable determinación de trocar V.M. la Coróna, por la soledád, y las delícias de Reynar en este mundo, por los cuidados de coronarse en el Reyno immortál. Y aunque venera la Divína inspiración de que vé assistido à V.M. (pues sin ella no era practicable un hecho tan glorioso) y sin embargo de dexarnos V.M. una prenda, que por ser viva Imagen suya, espéra ha de ser su único consuelo; con todo esso llora justamente el retíro de un Monarcha, adornado de toda aquella universalidád de prendas, que pudo apetecer (y aun idear en su phantasía) el mas feliz vassallage: y llora con especialidád la sensible falta de su Real Fundadór, Protectór, Patrón, y Bienhechor.
Tiene presente, que el señor Emperador Carlos V. Avuelo augustissimo de V.M. renunció sus Réinos, y que à esta resolución graduó el mundo por la mayor hazaña de aquel invencible Heróe. Tambien que el Serenissimo Señor Delphín, Padre dignissimo de V.M. le cedió el derecho que tenía à la sucessión de estos dilatados domínios, prorumpiendo en aquellas cláusulas con razon admiradas de quantos las supieron: Mas que el Reynar estimo poder decir, el Rey mi Padre, mi hijo el Rey; pero no pueden estos Reales exemplares (por grandes, y magnánimos que sean) alegarse por exemplos de la gloriosa acción que V.M. acaba de executar: pues el señor Emperador se hallaba en la edad avanzada de cinquenta y seis años, y tan gravado de enfermedades, y achaques habituales, que era mui naturál en su Cesárea comprehensión anteviesse mui cercano su fin, como sucedió. La faltaba, tiempo havía, augusta Consorte, que le consolasse en sus aflicciones, le ayudasse en sus fatígas, y le fuesse fiel consejéra en los casos dificultosos. Tenía, no solo hijo varon ensayado en el gobierno de estos Réinos, sino tambien Nieto, y no faltó quien imprimiesse tomó esta resolución cansado del mundo, y de sí próprio. El Serenissimo Padre de V.M. (aunque presunto, y dignissimo heredero de tantas Corónas) no havía gustado lo que era Reynar, ni las adoraciones que acompañan al Cetro. Con que se puede decir (sin que la temeridád ofenda la grandeza de su Real ánimo) que cedió lo que aun no havía experimentado. Pero V.M. en la edad robusta de quarenta años, sin accidentes que le embarácen manejarse brioso: con la apreciable dignissima compañía de nuestra amada Réina (en quien podia V.M. descansar la mayor parte de sus"