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tónces coronel y mas tarde jeneral don José Antonio Villagran. Desde 1860 a 1865, asistió a las campañas de la frontera araucana y en 1866, marchó a Caldera con su cuerpo militar, con motivo de la guerra contra España. En Calderilla se batió contra los buques de guerra de la escuadra española, siendo obligados los españoles a retirarse con pérdidas de su tripulacion. En 1870 pasó a Copiapó y fué comandante del cuerpo de Policía. En 1871 fundó en Santiago el Foro Militar, primer periódico destinado a servir los intereses del Ejército. Recordando esta pájina de su vida el publicista don Augusto Orrego Luco, lo ha denominado el periodista militar. Al sobrevenir la guerra contra el Perú y Bolivia, emprendió la campaña del litoral del Norte, en el rol de jefe del rejimiento 2° de línea. Hizo la campaña de Antofagasta y de Tarapacá, en la que se cubrió de gloria consumando el martirio de su precioso existencia. Despues de sostener el combate mas sangriento y desigual en la que brada de Tarapacá, el 27 de Noviembre de 1879, murió herido i quemado en un rancho como el mártir mas heroico. La batalla de Tarapacá fué una de las jornadas mas gloriosas de la guerra del Pacífico. El comandante Ramírez, decia el elocuente orador parlamentario don José Manuel Balmaceda, en el Congreso, acomete al enemigo al frente de su rejimiento. Una bala le destroza un brazo. Bañado en sangre, continúa mandando, como si el dolor no aflijiera su espíritu, y como si la sangre no postrara sus fuerzas. Herido nuevamente, cae de su caballo, mas no decae su enerjía, y continúa mandando y continúa combatiendo.

«Arrastrado a un edificio en que se hace fuerte con algunos soldados, exhorta a su jente, los estimula al sacrificio, y acompañado de sus bravos y hasta de sus cantineras, perece en medio de llamas cuyos resplandores alumbrarán para siempre aquella figura grande e inmortal.» El eminente diarista don Justo Arteaga Alemparte, lo definía con estos gráficos perfiles de su pluma:

«El comandante Ramírez pertenecía a la raza de los héroes como Prat. Era un hombre de guerra que gustaba de la ciencia y de las letras, pensador y escritor, suave, insinuante, culto, leon sin garras en la vida ordinaria, leon temible en la batalla. Su familia, su batallon y sus libros eran toda su preocupacion y toda su fiesta. Como Prat, Ramírez no tenia corpulencia física, pero tenia, como aquél, la nobilísima corpulencia del alma. Era pálido. Su mirada era dulce. Sus ojos eran claros, pero, observados con atencion, reflejaban un alma enérjica y bondadosa. Su estatura era proporcionada. Su apostura militar no pretendía a los estrépitos de la marcialidad. No habia en su esterioridad las esterioridades del héroe que sueñan las imajinaciones populares. El heroismo no se albergaba en una robusta salud, en una alta estatura, en la abundancia de carnes, en la voz sonora ni en la gracia para conducir un corcel de batalla. El héroe de Tarapacá no arrastraba su espada. Era un héroe sin aparato escénico.» Su sacrificio sirvió de norma lejendaria al ejército chileno en toda la campaña y en la historia, es una leyenda gloriosa y