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patriota le debe mui principalmente sus últimos triunfos. Era, por lo demas, el hombre mas popular de Chile.» Una escritora española contemporánea, la señora baronesa de Wilson, doña Emilia Serrano del Tornel, que ha visitado a Chile y la América investigando noticias para escribir la historia del continente, ha dedicado a Rodríguez, en La llustracion Artística, de Madrid, un notable y espresivo artículo en 1897, del cual copiamos estos delicados conceptos, que por ser inspirados por alma de mujer parecen mas tiernos y sentidos: «En la individualidad de Manuel Rodríguez andaban, mezcladas las altas cualidades del hombre intelijente y estudioso con los alardes de una naturaleza pór demas osada, con los impulsos del carácter impetuoso, dominador y de un temple tal, que jamas se plegó a las circunstancias: su alma era de hierro, no de acero. La bizarría en el corazon y la fuerza en el brazo le hicieron siempre desafiar los peligros, y mas de una vez salió ilesó de entre una lluvia de balas, cual si poseyera un talisman que le hiciese invulnerable para el enemigo. Sagaz, astuto, obstinado, ajeno al cansancio moral y físico, rápido en los movimientos, estratéjico consumado, sereno, reanimaba el de caido espíritu cuando los azares de la guerra sembraban la confusion y hacian retrocedor a los mas valerosos. Habia en Manuel Rodríguez curiosas semejanzas con algunos de aquellos romanos y cartajineses que han dejado recuerdo perdurable por sus hazañas, por su prestijio popular, por la temeridad y fortuna en las empresas. Con una palabra, con la enérjica y arrogante actitud, contuvo en una ocasion a los que buscaban en la fuga la garantía para su vida. El guerrillero hízose dictador, asumiendo todas las responsabilidades, todos los ardores patrios, todas las esperanzas del triunfo nacional: entonces fué el salvador de vidas y haciendas en la capital chilena. El tipo de Manuel Rodríguez es de aquellos que se destacan, que se elevan y dominan a las multitudes en momentos de suprema angustia, convirtiéndose en árbitros, en apóstoles, en semidioses.» Al penetrar a Chile, Rodríguez elijió la provincia de Colchagua para establecer su campo de operaciones. Organizó su banda de montoneros y asoció a sus guerrillas a un capitan de bandoleros apellidado Miguel Neira, que ejercia poder y autoridad en los campos. Desde esta zona emprendia sus correrías a Curicó, San Fernando y al valle de Santiago, teniendo comunicacion fácil y espedita con Mendoza. Sus bandas de guerrilleros se distribuyeron por los campos para hostilizar a los destacamentos y guarniciones realistas de esos lugares, fomentando la insurreccion en los valles y en las aldeas. Con su astucia y su actividad puso en alarma y movimiento a las autoridades de San Fernando y Santiago, espidiéndose órdenes de persecucion en su contra desde el Cachapoal al Maule. Las bandas de Neira obedeciendo los planes de Rodríguez, jamas fueron tomadas, consiguiendo producir mayor inquietud en las autoridades realistas. Desde fines de 1816, preparó la ruina de la dominacion peninsular de sus cuarteles de Colchagua. Rodríguez estaba en constante comunicacion con San Martin y sus amigos de Santiago y de las provincias del