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horas avanzadas de la noche, cuando durante el día nos habíamos dedicado a las otras múltiples obligaciones de nuestro ministerio. Ellos son:

El sobrino del cacique Pascual Paiuemilla, llamado Pascual 2.º Painemilla Ñamcucheu. Hemos trabajado con él entre los años de 1898 y 1902 y tenía él entonces de 33 a 37 años de edad. Habla y escribe el castellano con facilidad y ha sido siempre muy amable y servicial con nosotros y jamás nos ha faltado al respeto.

José Francisco Colüñ, ya finado, hijo del cacique Jacinto Colüñ, también difunto, era ciego desde sus catorce años. Estaba, cuando lo ocupábamos, entre los 21 y 31 años de su corta vida. Hablaba el castellano con dificultad, pero lo suficiente para poder servir de intérprete ante los juzgados en causas menores y cuando no había otro mejor preparado. Por la concentración de su espíritu y su fácil comprensión era muy apto para formarlo para los fines a que aspirábamos; nos servía también de catequista por temporadas, para lo cual demostraba un raro talento y abnegación. Por la hilaridad de su genio y su fiel adhesión a nuestra persona ha sido uno de los hombres más agradables y queridos con quienes hemos tratado en nuestra vida. Sabía él sufrir sed y hambre y soportar cualquiera necesidad; no se enfadaba cuando no se le tenía cama: «No importa», nos dijo una noche, «me quedo aquí aun sin cama, yo duermo como el gallo».

Tanto Painemilla como Colüñ vivían en Wapi,[1] algunas leguas al sur del pueblo de Bajo Imperial.

El tercer araucano que nos prestó valiosos servicios ha sido Domingo 2.º Huenuñamco (Wenuñamko) que vive en el territorio de la Misión de Panguipulli. Tendrá hoy alrededor de 30 años. Perseguido por la mala suerte, vive en condición muy modesta sin poder elevarse a mejor situación, pero la paciencia, honradez y su rica vida interior le dan consuelo y conformidad. Es muy agradable en el trato, contento con poco, deseoso de aprender, inteligente, y le queremos como a un hermano. Aprendió por sí solo a escribir y leer, y mantiene con nosotros correspondencia en la lengua araucana; habla el castellano algo mejor que el finado José Francisco, aunque mucho menos que Painemilla.

III.— DIALECTOS.

Con los nombres de nuestros colaboradores araucanos y de sus tierras hemos a la vez designado los dos dialectos que principalmente, aunque no hasta agotarlos, hemos registrado en nuestro Diccionario.

Es sabido que los indígenas no hablan de la misma manera en toda la extensión del territorio, sobre el cual están propagados, que hay entre ellos

  1. Wapi llamamos la isla mayor del lago de Budi, y también, aunque impropiamente, la tierra entre ella y el mar, donde vive el anciano cacique Pascual Painemilla en medio de los que antes habían sido sus mocetones.