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rematan en un notable promontorio, llamado El Morro, de 260 metros de alto, cortado á pico sobre el puerto y fortificado en su cima; y por el norte ocupa terrenos bajos, que se extienden hasta el valle de Azapa, que la surte de verduras, frutas, &c. Los contornos de esta población son áridos y estériles: toda su conarca carece de lluvias, y es de clima caluroso y algo propenso á tercianas. La tradición señala á los antiguos peruanos como fundadores de este pueblo junto al paraje llamado Altos de Juan Díaz, mucho antes de la llegada de los españoles y que desde este punto se habian trasladado algunos de sus habitantes al actual asiento, que denominaron Arica, de las palabras del aimará ari, cosa nueva, y ca, abertura. Pero los españoles no principiaron á establecerse aquí, sino por el año de 1556, por ser el mejor puerto al S. del Callao y estar más inmediato al rico mineral de Guantajaya, que acababa de descubrirse en ese tiempo. Parece que este puerto adquirió pronto cierta importancia. En febrero de 1579 fué hostilizado por el corsario inglés Francisco Drake, y apresó en el dos buques, en los que encontró 40 barras de plata de 20 libras cada una y 200 botijas de vino, del que ya se producía en el valle vecino. El terremoto del 26 de noviembre de 1605, seguido de una salida de mar, dejó á la población casi en completa ruina. Se rehizo y se mejoró entre los años 1615 y 1637, en que se construyeron un regular fuerte junto á la playa y las iglesias antes mencionadas. Mas, atacado el 30 de enero de 1681 por Juan Watling,[1] jefe entonces de filibusteros ingleses, que saqueban las costas del Pacífico, los principales vecinos se trasladaron á Tacna. Así es que, cuando el ingeniero francés Frezier reconoció este puerto á mediados de 1713, no era, según su Relación, «más que un villaje de unas 150 familias, en su mayor parte, de negros, mulatos é indios; pocos blancos». De esta atrasada condición sólo comenzó á salir desde la independencia del Perú (1825) con el franco comercio de esas costas y con Bolivia. Sin embargo, todavía volvió á experimentar estragos como en 1605, en los terremotos de 13 de agosto de 1868 y de 9 de mayo de 1877, en que las salidas de mar en elevadas olas contribuyeron juntamente á derribar la mayor parte de los edificios y arrastraron buques de la bahía hasta dejarlos á 800 metros de la playa.[2] Esta ciudad se honra con el nacimiento en 1758 de un sabio americano, Don José Hipólito Unanue. El 8 de junio de 1880 fué ocupada por fuerzas

  1. Watling (á quien Alcedo llama Guarín) que había reemplazado á Bartolomé Sharp, se acercó á la costa en botes por la noche y saltó en tierra con 92 hombres al S. del Morro y al amanecer del día indicado arriba cayó sobre el pueblo. En el ataque perdió la vida, y rechazados sus compañeros ganaron con precipitación los botes, llevándose, dice Burney, 18 heridos y dejando 28 muertos y prisioneros. Sharp volvió á ser el jefe de esas expediciones.
  2. La oleada de 1868 tomó una prominencia de 18 metros y llevó á 549 metros de la playa el vapor de guerra anglo-americano «Wateree» y lo dejó en tierra á ocho metros sobre la línea de la alta marea; y la de 1877 arrastró la armazón del mismo vapor cerca de cuatro kilómetros al norte por la costa.