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DIARIO DE UNA COMEDIANTA 89

A 8 de Febrero.

Las cooperativas intentan organizarse en los grandes inmuebles. Hay que vivir, Hay que vivir, aunque se gaste hasta el último kopek (1) para sostenerse hasta el fin.

Los que pueden, siguen comiendo en casa de Contant, la única fonda que ha quedado abierta. La comida, compuesta de dos platos, sin postre, cuesta veinte rublos. Antes sólo valía dos.

La ciudad presenta un curioso espectáculo.

Fueron invitados los habitantes de las casas a limpiar la calle, y se ve a elegantes señoras, en- vueltas en pieles todavía suntuosas, que, armadas de una pala, rompen el hielo.

El principal cuidado de los que antes del bol- cheviquismo pertenecían a las clases directoras, es el de probar que no temen los trabajos rudos.

Hombres de la mejor sociedad se transforman valerosamente en descargadores, y llevan los sa- cos sin falsa vergilenza y sin misterio. Por la no- che vuelven a su vida normal, y se hacen servir por sus criados si todavía los tienen.

Porque el problema de los criados ha llegado a ser algo casi insoluble.

La mayor parte se niegan a continuar en el servicio doméstico, o piden salarios exorbitantes.

(1) Kopek, moneda rusa de un valor muy pequeño.