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sia, y nuestra presencia les estorba. Temen inci- dentes diplomáticos, en el caso de que alguno de nosotros se mezclase en cualquier alboroto trá- gico.
Veo con sorpresa que mi partida, la cual aca- bo de decidir bruscamente, no tendrá dificulta- des, al contrario.
Además, dejo todos mis objetos y mi habita- ción tal como se hallan. Explico bien a todos que esto no es para mí sino una ausencia, un parén- tesis en mi vida que ha llegado a ser rusa, por las circunstancias de mi carrera de artista.
Espero regresar muy pronto para seguir en esta labor que tanto quiero y en la que he tenido éxitos brillantes. La tormenta quizá habrá pasa” de. Un régimen seguro, vigoroso y racional se establecerá, tal vez, sobre las ruinas del zarismo. Esto es lo que de todo corazón deseo para este desdichado país, al que estoy tan ligada,
El número de muertos en todas las jornadas sangrientas del mes pasado, es sólo de dos mil. Es poco, relativamente, para una ciudad tan im- portante y tan poblada como Petrogrado.
Aseguran que todos los regimientos se han unido y que el gran duque Nicolás sigue a la cabeza de las tropas del frente.
La partida no se ha perdido. Una evolución nueva tal vez...
Y un tren lento, muy lento, desesperadamente
