DIARIO DE UNA COMEDIANTA 25
Llego sin dificultad a la Fourchtatskaia, amplia calle donde viven los amigos a cuya casa me dirijo. Habitan un tercer piso; tendré en su casa seguridad.
Son personas amabilísimas que festejan mi llegada. Me explican que mi casa estaba particu- larmente señalada. Parece que mi portero es de la Policía. Probablemente fué denunciado y a esto se debió la visita desagradable de hace un momento.
En casa de mis amigos las ventanas no están acolchonadas; espiamos con curiosidad.
Automóviles llenos de soldados pasan conti- nuamente. Los soldados van armados con fusil y revólver. No pasan otros carruajes, pues me di- cen que el Gobierno requisó todos.
La era de las medidas represivas y violentas, ¿va a comenzar? Entonces ¡cuántos conflictos en perspectiva! El Gobierno, ¿tiene los medios necesarios? ¿Tiene, sobre todo, autoridad mo- ral? Nos parece que estamos viviendo sobre un volcán.
Los disparos son incesantes. ¿Por dónde sue- nan exactamente? Es imposible determinarlo; pero lo cierto es que se hacen disparos.
He aquí que la noche llega. Los tiros retum- ban de continuo y, por momentos, se oye el ruido siniestro de las ametralladoras.
A la casa de mis amigos llegan personas de