DIARIO DE UNA COMEDIANTA 183
como rusa en virtud de su matrimonio. La pobre joven, al despedirse de mí para ir a la Goro- kovaia, añade:
—Si mañana temprano aún no ha recibido usted noticias de mí, significará que me aprehen- dieron.
Admiro su tranquilidad y su valor.
A 23 de Septiembre.
Estoy llegando al fin.
Por lo menos asi lo creo.
Voy a partir, gracias a mi compañera Rog- gers, que conoce a Gorki; ella se encarga de conseguir él visto bueno bolcheviquista, y yo he obtenido del cónsul de Noruega un recado para el comandante de la frontera finlandesa, quien le ha prometido verbalmente permitir que pa- semos.
Pero en el último momento ha surgido una dificultad absurda. El comisario que dió el visto bueno a este pasaporte parece que se equivocó en la ortografía de mi nombre, y es indispensa- ble qué eso se rectifique, pues sin tal requisito hay peligro de que me detengan en la frontera.
Por consecuencia, he tenido que ir a la Goro- kovaia, al antro del famoso Uritzky.
Allí hay ametralladoras por todas partes. No se me permite la entrada. Tengo que insistir. Pregunto por Boky, el sucesor de Uritzky. Al