DIARIO DE UNA COMEDIANTA 159
A 19 de Agosto.
Nada. No se sabe nada bueno. Parece que las cartas se barajan más cada vez. Los aliados han hecho un llamamiento al pueblo ruso, diciéndo- le que son sus amigos, y que le piden su con- fianza; toman a su cargo el envío de viveres y el restablecimiento del orden. Los bolcheviques respondieron declarando la guerra a muerte a los aliados.
¡Esperemos!
Vengo de la Embajada, donde encontré al capitán Lelasseux, que ha regresado de Moscú, especialmente para organizar nuestra partida general.
Finlandia ha consentido, y hay esperanzas de que partan todos los aliados. El Gobierno nos reclama oficialmente, y, por petición de los bol- cheviques, permitirá, en cambio, a los rusos que actualmente se hallan en Francia que regresen a su patria. No obstante, anoche todavía se detuvo al Sr. Verstraét, uno de los directores del Banco ruso asiático, así como a su esposa. Vivimos es- condiéndonos cada noche en una casa diferente.
Esta tarde, en el tranvía, un caballero me sa- ludó con mucha amabilidad. Le miro asombra- da; murmura muy bajo un nombre que no com- prendo; sin embargo, parece que me conoce muy bien. Hablamos de cosas vagas. ¿Dónde le