154 PAULETTE PAX
—Estas detenciones—me explica—no pueden extenderse hasta usted. Hay en realidad france- ses que conspiraron contra el Gobierno bolche- viquista. Era todo un plan con la ayuda de los checoeslavos y con la perspectiva de un gran es- fuerzo hacia la costa de Murmania. Los que se hallan presos, estaban mezclados en el complot. De seguro habrá más aprehensiones. Pero no creo que usted haya conspirado. Por consiguien- te cálmese usted.
Steneberg se apresura a darme el certificado que le pedí.
Me aconseja que lo autorice Lunacharsky, que se halla en estos momentos en el ministerio de Instrucción. Me dirijo allí a pie, aunque la dis- tancia es grande; sigo mi camino como un autó- mata.
—Lunacharsky no está visible—me dice su secretaria, mujer de cuarenta años y de aspecto huraño.
Pero tan pronto como la secretaria se entera del documento que le muestro, sonríe amable- mente y me pregunta:
—¿Es usted francesa? Voy a ver al comisario y a recogerle la firma para esta instancia. Nada pue- de suceder a usted, por lo menos asi lo espero.
Después de un cuarto de hora, regresa; pero con acento plañidero me repite las palabras de Lunacharsky.