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152 PAULETTE PAX

—Pero si en estos momentos se procede allá a detener a la Misión. Volad a la estación e im- pedidle que tome el tren.

Hubo una pausa... Veo al comandante Hezard, que dirige una mirada sobre su libro. Nadie pro- nuncia una palabra. Después, bajamos apresura- damente. Toman ellos mi ¿svotchik. El coman- dante me aprieta la mano con fuerza y me dice:

—¡Gracias!

Al partir, me fijo en varios individuos sospe- chosos que merodean cerca de la Misión. Uno de ellos me ve fijamente. Sigo mi camino y entro a casa, porque temo el saqueo que me parece inminente y quiero poner mis objetos de valor en lugar seguro.

A 7 de Agosto.

Pasé una noche muy mala. Estuve continua- mente en guardia, esperando oír sonar la cam- panilla que me anunciaría la visita temida. ¿Qué suerte nos espera? Porque, efectivamente, los bolcheviques tomarán contra nosotros aquí, las mismas medidas que en Moscú se toman contra nuestros compatriotas. Voy a inquirir noticias, El cónsul de Suecia y el embajador de los Países Bajos me aseguran que, con excepción del ge- neral Lavergne, todos los detenidos están libres ya en Moscú. No me atrevo a creerlo. ¿No será un engaño de Uritzky, el comisario de Justicia,